Así es, cada paso, cada decisión, cada momento insignificante. No puedo culpar a nadie. Todo pudo haber sido evitado, pero no fue así; cada quien empuja su propio dominó, causando la reacción en cadena, una a una, cada ficha, hasta que volver a nosotros mismos. Fueron solo una serie de desafortunadas coincidencias. Me entristece, claro, pero no puedo lamentarme del lugar en el que me encuentro ahora.
No sé cuánto tiempo tardé en darme cuenta de que no existe un maldito destino. No antes ni después. No hay divinidad, no se trata de justicia ni de cielo o infierno. No soy bueno ni malo, pretendo tener una moral pero evito regirme por ese canon y no quiero ni intentar hacerlo porque sé que volveré al mismo lugar. Así quieras hacerme sentir culpable por lo que ha pasado, no lo siento, porque la única diferencia entre tú y yo es que yo soy un cabrón descuidado.